Macario - Mamasan

Macario

–Cada quien decide sobre su vida, ¿No es así?– dijo con los ojos llenos de lágrimas.

–Así es Macario– respondió meditabundo. Sus ojos lucían fríos, como dos cárcavas talladas por el agua en la roca. –Pero este don no te fue dado para decidir sobre la vida, sino sobre la muerte–.

Macario enfurece de repente. – ¡Esta es mi decisión! Nada debe ser eterno y no quiero seguir con esto. Caravanas de enfermos con el alma muerta que vienen por una cura para el cuerpo, moribundos que toman mis días entre olores a medicinas agrias y podredumbre. Estoy cansado de curar muertos andantes, son como un espejo de mi miseria, su necesidad vacía por vivir ha envenenado mi corazón y mi cuerpo camina con un alma seca dentro–.

La figura en la penumbra voltea hacia el moribundo. –Cuando te encontré en el monte te veías con más lucidez que ahora Macario, no sabes lo que dices. Hechiceros, brujas y maestros de la quiromancia matarían por la sabiduría que posees, la panacea que ahora tienes en tus manos, ¿Y ahora no quieres usarla para ti? Estoy a los pies de tu lecho y debes vivir–.

–Estoy cansado de milagros para los falsos– Macario cubre su rostro y solloza. –Déjame morir, me siento vacío ¿Qué no entiendes? Si tan solo hubiera alimentado al señor o al diablo aquel día hace mucho habría muerto ya, ellos nos envejecen el cuerpo y atacan nuestro corazón con su eterna lucha por nuestras almas, todo lo van consumiendo hasta morir.

Con la mirada en Macario, la Muerte camina hacia la cabecera, toma su cabeza. –Es justo dejar morir a un inerme cuerpo vacío, tu alma descansará ahora que tu cuerpo muera también. Eres libre amigo mio–.

Macario sonríe, cierra los ojos y muere.