Como cada mañana - Pequeña Saltamontes

Como cada mañana

Había notado que su novia abría la boca al untarse crema en la cara. Apenas despertaba y se dijo que era extraño que en sus primeros momentos de lucidez pensara en algo así. Había tal silencio en su habitación que podía escuchar el tic-tac del minutero de su reloj. Vio la hora, se levantó y se miró al espejo, meditabundo. “Para que se estire la piel”, pensó. Y luego, burlándose, “¡qué brillante deducción!”.

Vivía en el centro de la ciudad. Consideraba ventajosa la multitud de locales cercanos. Enfrente una confitería, una funeraria llamada “La cárcava” (suponía que al dueño le hacía gracia) y al lado un local donde practicaban la quiromancia (no se imaginaba cómo había gente que se dejaba emborucar). Pero lo mejor eran los locales de comida casera a donde acostumbraba ir a desayunar chilaquiles.

Salió a la calle y entre las ramas de un árbol vio una telaraña. La anfitriona, enorme, estaba a punto de atacar a una pequeña e inerme libélula. Se acercó curioso. Le gustaban esos dramas de la naturaleza. De niño, soñaba con ser productor de documentales sobre insectos. La araña dio su mortal estocada. Para su pobre víctima, se había hecho la nada.

“Ni hablar, así es la vida”, se dijo mientras cruzaba la calle. Llegó a uno de los locales de comida, saludó a la cocinera haciendo una graciosa caravana, le preguntó si ella creía que la vida era un milagro y se sentó a esperar su turno.

Autor: Pequeña Saltamontes

http://la-vida-simple.blogspot.com/